Sin embargo, lejos de fomentar su utilización, las políticas de transportes se dirigen hacia su privatización siguiendo modelos fracasados, y siguen beneficiando a la carretera, al avión y a las grandes constructoras, haciéndonos pagar megaproyectos de alta velocidad que carecen de demanda.
El ferrocarril atraviesa uno de sus momentos más dramáticos, amenazado por la fragmentación y la privatización, por la eliminación de numerosos servicios de viajeros con alto contenido social y por el cierre de líneas en los territorios más desfavorecidos en cuanto a accesibilidad a los servicios básicos.
Ahora, más que nunca, es necesario defender, todos juntos, un ferrocarril que hemos construido entre todos, que debe pertenecer a la sociedad y que debe estar al servicio de nuestros intereses y necesidades. Un ferrocarril público y social.